sábado, 28 de enero de 2012

De vuelta al Tai Chi

Durante el año pasado, por cuestiones de horario como tristemente suele suceder, dejé de ir a Tai Chi. Y aunque estaba haciendo otro tipo de actividades físicas, la verdad es que conforme fue terminando el 2011 extrañé cada vez más el equilibro que da el Tai Chi. Y no es que otra actividad física no dé resultados similares: nadar y caminar también resultaba relajante, me despejaba la mente y me mantuve bien. Pero, no sé, hay algo diferente. Y creo que tiene que ver con una conexión con uno mismo, un estar consciente del propio cuerpo, del propio espacio.
Creo que es eso: cuando hago Tai Chi estoy conectada conmigo misma, y percibo cómo, con cada movimiento, mi ser entero me dice: "gracias".

jueves, 5 de enero de 2012

Los perros

Acabo de ver un programa llamado Perros extraordinarios. En el episodio de hoy pasaron cómo los perros ayudan a niños con autismo y los buenos resultados que han tenido en la rehabilitación de presos. Entre otras cosas, mencionaron algo que ya había visto en alguna otra parte: que acariciar a un perro aumenta los niveles de oxitocina y reduce los niveles de estrés, y por eso acariciar a nuestro perro nos hace sentir tan bien.
Enseguida volteé a ver a mi perro, bromeé con mi esposo y le dije que también me ayuda con el trastorno bipolar. Luego lo pensé un poco más en serio y noté que la época en la que no hubo un perro en mi vida también coincide con la época en la que más altibajos emocionales tuve. Entonces recordé este blog (lo siento por la larga ausencia) y, al preparar esta entrada, me encontré con esto.
No suena descabellado. Tener a un perro a tu cargo te exige disciplina y una rutina más o menos estricta. De hecho, un entrenador a quien conocí recientemente nos dijo que un perro con rutina es un perro feliz. Y dado que el perro que tenemos actualmente es algo demandante, esta información me ha resultado más que evidente con él.
Esto se relaciona con lo que platicaba en las otras entradas, sobre aquello de hacer ejercicio aunque la depresión nos incite a lo contrario. Tener un perro, supongo, y más como el que tengo yo, te obliga a levantarte y salir a caminar, si no quieres lidiar con su súper ladrido tipo Bolt.
Todo esto también me hace recordar a un perro muy especial para mi familia, y cómo un día en que me asaltó el llanto en su presencia, se sentó a mi lado y, con su pata, recargó mi cabeza en su hombro perruno, y parecía decirme: ya, ya.
Supongo que no sólo los perros, sino cualquier otro animal de compañía, hace que nuestras vidas cobren un nuevo y maravilloso significado.