Ayer me dio una pequeña crisis, y todo se resume en mi
temor por ser una mala persona: una mala compañera de trabajo, una mala esposa,
una mala hermana, una mala hija… Por eso, cuando algo sucede con alguien, se me
vienen en cadena una serie de recuerdos de eventos similares con otras
personas. Sé perfectamente que
todos somos susceptibles, que todos cometemos errores, etcétera, etcétera.
Pero, no sé, esas cosas me afectan mucho.
Luego me puse a pensar en que esta etapa del doctorado
ha sido una de mis etapas más tranquilas, y tiene que ver con la escasa
relación que tengo que llevar con otras personas. El doctorado, bien me lo dijo
la directora, es una labor predominantemente solitaria. Y la verdad es que eso
me había sentado muy bien.
Claro, llevas clases con compañeros, realizas una que
otra actividad en equipo, compartimos un mismo espacio de trabajo… Pero lo
cierto es que cada quién trabaja en lo suyo.
Ahora, con el renacimiento de otro proyecto, llevo un
año ya trabajando semana a semana con un grupo de personas, y de pronto han
llegado los choques que suele haber en cualquier relación laboral. Descuidos,
malentendidos, estrés. Y la situación de estrés aumenta porque todos estamos
involucradas en otros trabajos y proyectos. Y no es que haya pasado algo grave;
en realidad, vamos muy bien. Por supuesto que hay cosas que pueden mejorar y
detalles en los que hay que trabajar. Pero ahí vamos.
Hasta aquí lo usual.
Pero lo que no es del todo normal es que me afecte tanto
que una persona esté un poco molesta o sentida conmigo.
Que me afecte tanto pensar y repensar si dije mal las cosas, si tengo razón o
no o hasta dónde, si otra vez estoy siendo esa persona gruñona que suelo ser
cuando las cosas no salen como me gustaría que salieran, cuando las otras
personas no reaccionan con la rapidez que me gustaría…
Y por supuesto que no es que yo sienta que soy
perfecta o mejor en el trabajo: me molesto tanto o más conmigo misma cuando
hago algo mal o se me olvida revisar tal o cual cosa.
Y bueno, ayer llegué otra vez a esa confesión que me
he hecho ya tantas veces, y que en esta ocasión confesé a mi bebé: me da miedo la gente. Me da miedo relacionarme con la
gente. Me da miedo cometer errores en esas relaciones y que la gente se enoje
conmigo como ya me ha pasado antes.
Con ciertas personalidades no hay problema; me dicen abiertamente que soy medio enojona y ya, nos reímos y no pasa nada. Pero con otras personalidades el choque se va haciendo bolita de nieve y termina en un quiebre rotundo e irreparable en la relación, ya no sólo laboral, sino personal.
Y, pues no sé, quizá esto también suele pasarle a muchas personas.
Pero no me parece sano que esas cosas me afecten
tanto. Y me hace cuestionarme qué es lo mejor para mí, para mi esposo y mi bebé.
¿Debo tomar decisiones con base en esto? ¿Qué pasará cuando termine
el doctorado y tenga que conseguir un trabajo como tantos otros en los que son
inevitables los roces entre personas? ¿Debería evitar a toda costa un trabajo
así? ¿No será que pensar así es derrotista y es huir del problema ante el menor
obstáculo? ¿Es esto un buen ejemplo para mi hijo? O bien, ¿es una decisión sana
y responsable?