jueves, 13 de septiembre de 2012

El sueño

Por lo general, mi ciclo de sueño está fuertemente asociado a la luz: si hay luz natural, me despierto; si ya no hay luz natural, me da sueño. Nunca fui de esos niños a quienes tienen que mandar a dormir a fuerzas, y esa tendencia a dormir en cuanto oscurece continuó en mi adolescencia. Sólo durante mi época universitaria podía dormir menos horas y rendir como si nada al día siguiente, pero incluso en esa época me costaba superar ese lapso de sueño que me da en cuanto oscurece. 
Fue también en mi época universtaria que tuve esos episodios que llevaron al diagnóstico. De hecho, el primer episodio hipomaniaco surgió en un momento en que tenía muchísimas actividades: trabajaba y estudiaba, llevaba materias de sobrecarga, pertenecía a asociaciones estudiantiles, en fin. Eso, por supuesto, empezó a incidir en mis horas de sueño. Y, de pronto, mientras más cosas hacía más cosas quería hacer y menos necesitaba dormir. Llegó un momento en que ya no me costaba superar ese periodo de sueño. Es más: ya ni quiera aparecía el sueño. De ahí a pocos días se desató la tormenta. 
A raíz de mi diario me di cuenta de la estrecha relación entre mi ánimo y mis horas de sueño. Por un lado, las desveladas continuas afectan directamente en mi ánimo. Entonces procuro, en la medida de lo posible, despegarme de lo laboral a las seis o siete de la tarde. Luego, invierto las horas siguientes a otras actividades: caminar con mi pareja y nuestro perro, preparar la cena, escuchar música, ver alguna película, salir con mi pareja y amigos. Mis amigos dicen que soy como una viejita, pero sí: a las diez de la noche empiezo a sentir el sueño por la falta de luz, y poco a poco voy huyendo a mi cama para dormir a eso de las once, once y media. Eso me da suficiente descanso como para levantarme a las siete o siete treinta.
Por otro lado, si por alguna razón noto que tengo más sueño de lo habitual, que a pesar de las ocho horas me siento con poca energía y poco ánimo durante el día; o bien, si noto que necesito dormir menos, que tengo tanta energía y tanta actividad mental que simple y sencillamente no quiero ni puedo dormir, son señales de alerta. 
Ahora que estoy embarazada he notado que quiero dormir un poco más, o que me canso más fácilmente. Pero es un cansancio y un sueño diferente, que nada tiene que ver con síntomas de depresión. Aunque sí me pregunto qué pasará en esos primeros meses de vida del bebé o, ya entrada en el tema, con mis horas de sueño de aquí en adelante.
Ojalá que mi hijo se parezca a mí y sea de esos raros especímenes que a las ocho de la noche ya están dormidos. 
Por alguna razón, a pesar de este cuestionamiento, me siento confiada en que todo saldrá bien. No sé, a lo mejor no debería confiarme tanto. O no sé, a lo mejor hago bien en no preocuparme antes de tiempo. 
Ya les contaré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario